Este grupo de poemas de Karo Castro se basa, como sabemos, en la historia de Corina Lemunao, que fue dada a conocer en el año 2011. Corina fue una mujer que a poco de nacida padeció de meningitis y no tengo claro si fue como consecuencia de esa enfermedad, de una discapacidad intelectual, de ser una persona con TEA, asperger o autista, que su madre no la quiso y la arrojó a un gallinero.
Esta historia ocurrió en Lonquimay y la mujer enclaustrada en el gallinero fue encontrada. No había aprendido a hablar y tenía extrema rigidez corporal, por lo que se le dificultaba caminar y moverse. Fue trasladada a una casa de reposo y al cabo de un año, en que se resistió a alimentarse y a tomar sus medicinas, murió a los 58 años.
El libro de Karo Castro se centra en la historia de Corina Lemunao y es también un homenaje y una reparación a la memoria de esta mujer, abandonada por más de 20 años en un gallinero, condenada a comer maíz y agua sucia y a seguir el modo de vida de las gallinas.
Por sobre todo, este libro es un reproche y una lamentación. Es una crítica desde la subalternidad al lenguaje, la educación y una defensa a los lenguajes áfonos, al silenciamiento de la voz; una defensa de las formas no lingüísticas del desarrollo humano, un saludo al fonema y, antes de él, al mero sonido y su búsqueda de significado, lo que se emprende de modo precario, pero lujurioso.
Además de las malformaciones físicas que sufre Corina, está también el tullimiento, la desnutrición, la incapacidad de hablar, las violaciones, los abortos que padeció, la expropiación de sus hijos dados en adopción. Como dice Foucault, el poder se ejerce sobre el cuerpo y asistimos a un particular modo de castigo y vigilancia. No sabemos si el castigo, la reclusión, la desnutrición infringida a Corina la convirtieron en un ser deprivado de la facultad de movimiento, habla y del ingreso a la comunidad parlante, para ceder paso a la transformación en la mujer gallina.
Entre citas de Humberto Díaz Casanueva, Alejandra Pizarnik, Rosamel del Valle y Vicente Huidobro, se desarrolla este poema en tres secciones. La primera es el gallinero, que comienza en ese espacio precario, tomándolo como eje de la escena o de las escenas en las que el sujeto de la enunciación cuenta su historia: “Me sepultaron a los cuatro con las alas dobladas / Sin más alimento que gusanos y moscas / y plumas, muchas plumas para sacar el vuelo / yo gallina, ojo silencioso /pestañeo agujereado”.
Así transcurre “El gallinero”, con la conciencia de un cuerpo indefenso, sometido al despojo de sus facultades y de las pocas capacidades que adquiere en su vida en el gallinero, en el cual se torna un ser híbrido, entre ave y niña: “Me cortarán los dedos / uno a uno los dientes / medirán el largo de todos mis pelos / plumas” (…) “Me abrirán la boca / pico / buscando la voz sin voz / el lenguaje inexistente” (…) “Mis uñas / garras / color tierra intentarán cortar / el único brillo de mis ojos”.
El gran trabajo de este texto en su primer capítulo es destrenzar el idioma secreto y oscuro del gallinero, en donde los límites entre ave y mujer se difuminan: “Morí al salir estando viva / con el juicio de sus ojos / Pero nada importó jamás. / Porque las vértebras olvidan / las plumas tersas y brillantes”.
Los pájaros y su canto, la sospecha del maíz, queltehues y mirlos, la paja fresca, la ayudan a guardar un poco de calma en el agujero del gallinero, que opera como jaula. Alegoría del Chile profundo, castigado por siglos desde la Colonia hasta hoy. Alegoría del maltrato a la mujer, cuya enfermedad agudiza y conduce a la miseria: “Me saqué este país del ala / cuando salí del gallinero “, dice en el segundo ciclo, “La domesticación”.
Esta sección es una protesta por el Chile en que le tocó nacer, un Chile enjaulante y enjaulado y en donde cada una de las gallinas espera su turno en el lugar del sacrificio. El hombre le parece un animal más feroz y temible que el gallo. Aparecen las formas de la domesticación y sus maneras de oprimir el cuerpo: las pastillas, la fuerza, la vigilancia . El deseo de ella es ser pájaro y pájaro libre.
En el segundo capítulo del libro, se abre paso a una fuga deleuziana de la opresión falologocéntrica y a la validación de un territorio donde se forman una subjetividad y un modo de vida mujer-pájaro, con especial énfasis en el canto de los pájaros, el viento, el murmullo de las ramas de los árboles. Todo esto sin caer en la trampa de la construcción de un lugar ideal, sino para abrir paso a un imaginario otro, surcado por la experiencia de vivir en el gallinero.
En la tercera sección, “Desplegar las alas”, viene la maternidad y la alegría de extender su vida. Es una herencia carente que garantiza la continuidad de la vida. Este hijo se formula como un ángel que traerá la posibilidad de la redención y de la resurrección. El poema postula una transformación de Corina-Gallina en Ave-Divina, pero, inevitablemente, la historia le exige que entregue sus “huesos torcidos” y muere.
Con la plaquette de este libro, Karo Castro ganó el Poetry Slam del Goethe, la beca de creación literaria 2016 del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y una Mención Honrosa de los Juegos Florales Gabriela Mistral. La Mujer Gallina es su primer libro editado en 2016.
Eugenia Brito
Enero 2022
Escucha el poema Nací sola de Karo Castro:
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