“El retorno al lugar posible”. Por Gino Bailey

“Hay que volver a los lugares, pero ¿a qué lugares? El libro ‘La ciudad de los lugares posibles’ se plantea como una brújula guía, que gira entre la discusión del espacio como modelo y los lugares, como posibilidad al rescate de un humanismo que también está en ruinas. El pos-humanismo, tal vez. La ciudad como un paisaje relacional, que pone la experiencia estética y existencial del lugar al centro: aquella cualidad del territorio que es única e irrepetible en el mundo, donde se fusionan personas y artefactos, construcciones y sucesos.

El espacio es uno de los fundamentos epistemológicos del orden civilizatorio de occidente (colonial, imperial, moderno y capitalista) y uno de los aspectos centrales tratados en el libro La ciudad de los lugares posibles (2022), pero ya no desde el urbanismo ni de la racionalidad cartográfica, sino como una crítica estética y poética hacia las implicancias de vivir en las ciudades. El libro trata de ir más allá del legado crítico de Henri Lefebvre (2020) con su clásica obra de la producción social del espacio, puesto que no bastaría solo con producir socialmente el espacio en las ciudades para subvertir la racionalidad disciplinaria del capitalismo, sino que habría que ir más allá, dotar de lugaridad a la vida en las ciudades. La posibilidad de producción siempre ha estado, en cada revuelta, en una manifestación de arte, en la resignificación de los espacios públicos, sin embargo, el espacio además de manifestarse en las grandes avenidas, grandes autopistas, consumo masificado, semaforización, aceleración pendular de la casa al trabajo y un gran etcétera que se ha ido institucionalizando con los siglos, ha intervenido nuestra concepción estética y relacional de vivir en el mundo. 

En el capítulo Economías y espacio se trata este aspecto modelar y ontológico. El espacio ha operado como un modelo sustitutivo de nuestro ser que nos atraviesa cuando salimos a la calle y experimentamos el atravesamiento de nuestra existencia conducida por dispositivos de control basado en la producción y la eficiencia. Sin embargo, esto no es un simple mecanismo, puesto que en parte es inconsciente, y en parte gozamos de él.

“Esta sustitución mediante un modelo anticipatorio de la realidad, que nos coloca con el mundo de manera intermediada, limita la posibilidad de vivir en el mundo y conocerlo en su complejidad, ya que su imagen convierte a las ciudades en formas sin alma. De este modo se produce un espacio urbano basado en el cálculo y en la métrica, con lo que se descuidan el valor y las particularidades de sus habitantes, la cultura y la idiosincrasia de los territorios.” (Bailey y Espinosa, 2022, p. 230)

No es que las metrópolis hayan dejado de existir. Estas siguen ahí con sus claroscuros y sombras de grandes rascacielos, en la vida que se recoge en la cuneta o debajo de las grandes carreteras concesionadas, donde es posible construirse un sitio para dormir. La racionalidad espacial, entendida como uno de los modelos arquetípicos de la existencia, geométrico y abstracto de vivir en las ciudades, ha promovido la homogeneidad de la experiencia cotidiana, donde el tránsito es más importante que la vida desarrollada en sus intersticios.  La diferencia es que hace cincuenta o sesenta años atrás, la posibilidad de perderse y encontrarse en las ciudades y los barrios no estaba predeterminada, puesto que la estabilidad de las relaciones hacía que el principio de incertidumbre nos llevara al laberinto, otra clave de lectura que encontramos en el capítulo Mitología del territorio y el lugar, del libro La ciudad de los lugares posibles

A través del principio de Borges, en que el laberinto es aquel arquetipo irrepresentable del lugar, precisamente porque consiste en extraviarse y arrojarse a dicha experiencia, es que desde ahí se construye otra posibilidad de vivir en las ciudades y no solo de transitarlas: perderse, para encontrarse con la gente y su vida cotidiana.  Cuando se recorre el viaje de Ulises en la Odisea en la isla de los lotófagos, lo interesante está en que los viajeros y tripulantes que comen de la flor del loto se olvidan del objetivo; se pierden en una existencia que los une a los habitantes de dicha isla puesto que comparten la experiencia de comer del fruto. Es decir, que entran en el laberinto, una geografía de lo no representable, del extravío a partir de la experiencia. Experiencia que, si extrapolamos a lo urbano, no es posible programar, puesto que ahí yace su valor. 

Hoy la ciudad está en ruinas. La devastación está en la predeterminación de la vida cotidiana y no tan solo en las ruinas de aquello que expulsa las bondades del capitalismo: homeless, pobreza, desigualdad, violencia y crimen organizado. Es la ruina ante la posibilidad de florecer, que también está programada: un espacio 2.0. La racionalidad espacial del siglo XIX y XX ha migrado desde el urbanismo y el mercado de suelos a las aplicaciones de nuestros dispositivos móviles, haciendo que las narrativas progresistas solo las podamos asumir de manera superficial. 

Vivimos en la ex-somatización de la experiencia cotidiana, que se explica como el aumento de las contradicciones entre hacer una cosa y decir otra. La disociación subjetiva de la coherencia, que nos puede convertir en un demente capitalista al mismo tiempo que proclamamos los derechos humanos. Que dota de épica y narrativa desde la academia y universidad a la lucha por el agua de las comunidades, al mismo tiempo que no vivimos en dicho territorio, y eso nos sirve para abultar algún artículo académico. Se dice una cuestión en una dirección y luego se falta al compromiso con aquella dirección, como si tener compromiso por algo fuera una mala costumbre de una cultura que evade la estabilidad. Como si la estabilidad fuera un resultado opuesto al del mercado. 

Hay que volver a los lugares, pero ¿a qué lugares? El libro La ciudad de los lugares posibles se plantea como una brújula guía, que gira entre la discusión del espacio como modelo y los lugares, como posibilidad al rescate de un humanismo que también está en ruinas. El pos-humanismo, tal vez. La ciudad como un paisaje relacional, que pone la experiencia estética y existencial del lugar al centro: aquella cualidad del territorio que es única e irrepetible en el mundo, donde se fusionan personas y artefactos, construcciones y sucesos. De ahí nuestra experiencia y la memoria de estar habitando en la tierra, que, como retorno del mito, debemos proteger. Algo de humanidad queda bajo los desechos de las aplicaciones para reencontrarnos, crear utopías posibles, donde podamos hacer el amor en la ciudad, aunque digan que esté todo perdido y que nos aprontamos a la devastación planetaria del Antropoceno.

 

Referencias bibliográficas:

– Bailey, G y Espinosa, F. (2022) La ciudad de los lugares posibles, Hermenaute, Badalona, 2022.

– Lefebvre, H. (2020). La producción del espacio. Madrid, Capitán Swing Libros.


 

Gino Bailey Bergamin está dedicado a la investigación de las estrategias de vida y subsistencia en ciudades y territorios en la era de la catástrofe y el Antropoceno. Actualmente trabaja en la transformación socioecológica de comunidades tradicionales pesqueras y en las economías comunitarias. Además emprende iniciativas que combinan música y poesía. Junto a Felipe Espinosa  fue director de la Revista El topo (Valparaíso, Chile) y con él  ha publicado diversos ensayos además de la obra “La ciudad de los lugares posibles”, relativos al campo editorial Latinoamericano emergente junto al Boom del Cine chileno. También ha investigado las capacidades comunitarias en territorios rurales con valor en el juego y la niñez. Fue coordinador de programas de investigación acción con colectivos de artistas (agrupaciones corales, músicos populares, poetas, entre otros) desarrollando comunidades de aprendizajes, residencias artísticas y planificación cultural para incidir en municipios aislados de sudamérica.










Felipe Espinosa Parra es sociólogo de la Universidad de Valparaíso y magíster en Comunicación Social de la Universidad de Chile. Realiza docencia en distintas universidades en sociología de la cultura y comunicaciones, metodologías de investigación, entre otros. Ha investigado sobre las industrias culturales en Chile en los dominios del cine, el libro y la música. Realiza consultoría para organizaciones públicas y privadas en el ámbito de la salud, educación y cultura. Es coautor del libro La ciudad de los lugares posibles. 

Connect us

Our social contacts