“… y si me preguntan diré que he olvidado todo
que jamás estuve allí
que no tengo patria ni recuerdos.”
Blanca Varela
Incardinadas (Cormorán, 2023) propone a lxs lectorxs un recorrido por la poesía latinoamericana, escrita por mujeres, que ha tenido cabida los últimos 30 años en el Perú con una mirada desde lo geopoético. La recogida se enmarca en la línea temática cuerpo-territorio. Para efectos de este texto definiremos territorio como aquel espacio que permite, al decir de Rosi Braidotti, incardinar una escritura, vale decir; situar física, simbólica y políticamente desde un lugar determinado. Poetizar incardinadas, situadas o localizadas (Irigaray) lo comprendemos como ese proceso escritural que hace consciencia del espacio geolocalizable, pero también implícito que habitamos.
Escribir desde el cuerpo y consciente de la voz, del género, de lugar político, en tanto todas variables del sitio de enunciación, dota al ejercicio poético de una fuerza y poder reveladores. Entendemos, sin duda, que no siempre pudo ser así. La escritura de mujeres ha abierto un surco imponderable en Latinoamérica, y las poetas que aquí convergen, permean esto en la voz de sujetx borde, presentando la otredad como espacio simbólico corpo-territorial.
La escritura femenina, entonces, como un acto político de reivindicación y visibilización, adquiere una componente descolonializante. Su primera insurrección es su existencia y luego lo serán los códigos semánticos con los que articulará su discurso poético, así como la conciencia, develada o no, de la necesidad de despatriarcalizar y descolonizar (Galindo, 2013). La relación del patriarcado con la colonización tiene en común la necesidad de ejercer el poder hegemónico, de un sujeto sobre el otro, y en esa acción de ejecución del poder pasan las matrices económicas, por lo tanto, los procesos de descolonialización son tanto antipatriarcales como anticapitalistas, ya que la matriz económica, política y social, pero sobre todo los esquemas mentales e introyectos psíquicos, están cimentados fuertemente en estructuras coloniales, occidentocéntricas y neocoloniales.
La descolonización, tal como lo presentan el ya conocido teórico Walter Mignolo o el mismo Aníbal Quijano, implica desbaratar los brazos de poder de la matriz epistémica de Latinoamérica. La escritura del género femenino, entonces, aparece en un territorio en el que por años ha sido poco relevante, en medio de un contexto social y político que Rolnik en 2018 llama “Inconsciente colonial-capitalístico” (Esferas de la insurrección, 31).
En los distintos países de Latinoamérica liberarse epistemológicamente de esta matriz ha sido un proceso distinto, sin embargo, une a todas las autoras analizadas en este trabajo un común denominador: son latinoamericanas, son mujeres y han destacado brillantemente en la labor poética en los últimos años.
Una visión desde el territorio
En Latinoamérica los procesos de construcción del entramado epistemológicos se sucedieron desde la cultura occidental, intencionando las obras artísticas en los cánones tradicionales de occidente y su consecutiva puesta en escena metodológica, tanto de construcción de imágenes coloniales como del tejido de relaciones hegemónicas que se desarrollaron. En este caso, la poesía no fue la excepción, y las primeras aproximaciones de antologías latinoamericanas omitieron el trabajo femenino hasta bien entrado el siglo XIX.
No fue sino luego de la caída de las dictaduras en Latinoamérica, y sus consecutivos gobiernos, que la literatura femenina se comienza a visibilizar y que se sustenta en las construcciones en el plano de la memoria, la justicia y la reconciliación. La palabra era urgente y los dispositivos estéticos estuvieron al servicio del rescate y registro de la sociedad de la época. Las chilenas Diamela Eltit, Elvira Hernández, Teresa Calderón, Carmen Berenguer como las peruanas Blanca Varela y Magda Portal, entre otras, fueron una cara potente y visible dentro del sello de las invisibilidades que suponía ser mujer y artista en la época. Al respecto, Soledad Bianchi en su artículo Trazar el mapa. Poesía de mujeres y valoración literaria (2002) critica un artículo que aparece en el periódico de mayor circulación nacional (El Mercurio), el mismo año en el que se pretende una revisión de la poética nacional dejando de lado a las mujeres.
Ya sea por mero olvido o por una estrategia para preservar las relaciones hegemónicas patriarcales que ya estaban cayendo en los ochenta, los escritores y editores repitieron un olvido transgeneracional hacia la poesía de mujeres.
Es en los 90 y la década del 2000 en que comienza el proceso definitivo de visibilización de las consecuencias de estas dictaduras: el sistema neoliberal, la mercantilización de los cuerpos, la negación de las lenguas originarias y la sistemática expropiación de territorios indígenas (De souza, 2016), transforman definitivamente las retóricas del cono Sur. Con este marco, como ejemplo, proponemos un recorrido por la literatura producida por mujeres en los últimos años en Perú.
Perú y el patriarcado. Una cartografía nómade
A este respecto la escritura de las mujeres del Perú trasunta al proceso hegemónico del lápiz y papel para montar las imágenes en dispositivos estéticos que mutan a entidades transmóviles (Braidotti, 51), es decir, sujetxs nómades, voces extranjeras incluso en los propios territorios, “sin los cuales la vida intelectual de muchas metrópolis del mundo se extinguiría” (52). Ya mujeres como Magda Portal o Blanca Varela han mostrado esta estética del cuerpo que se desmiembra para organizarse, cual Inkarri (1) en otra corporalidad.
Para comprenderlo de mejor manera nos detendremos sobre las huellas que cada autora imprime en su estilo. Si pensamos en la poesía desde la mirada de mujeres que a lo largo de su vida han recorrido caminos de cuerpxs borde, notaremos que sus trazos textuales implicarán la construcción de un imaginario migrante que plantea el cuerpo como territorio descolonizante y despatriarcalizador. Subvirtiendo signos, para invertir categorías hegemónicas, las poetas reunidas en este volumen son capaces de establecer un recorrido rebelde y refrescante. Ellas han trazado una ruta que nos permite a lxs receptores leer este corpo-territorio no solo desde Perú, sino desde toda Latinoamérica.
Ahora bien, no podemos olvidar que los nombres femeninos de la poesía, en el continente en general y en Perú en particular, fueron durante años invisibilizados. Hoy sabemos de Flora Tristán o Blanca Varela, en gran parte, gracias a otras mujeres que han hecho mucho antes este ejercicio registral, no sólo de las nombradas, sino de muchas otras. La importancia de cartografiar la poesía tiene su origen en la condición performativa del lenguaje, lo que refiere a su incardinación no sólo política o territorial, sino a la localización completa del imaginario discursivo. Sostenemos, entonces, que la poesía como ejercicio, es capaz de al menos registrar y hasta promover ese proceso de materialización. Lo entendemos así, y tal como asegura Carmen Ollé en el prólogo de Memoria in santas. Pensamos que “La poesía no refleja de manera inmediata, cual cámara fotográfica o documental, el momento histórico, sino que lo procesa” (8), lo que releva el acto de cartografiar como un elemento registral estético, político e historiográfico fundante en el nuevo canon del continente.
Esta antología, finalmente, plantea una lectura que interesa desde las necesidades de hoy de cartografiar, registrar y hacer perdurable la escritura en nuestro continente. Quizás será de perogrullo manifestar que nombrar a cada una de las autoras también es un ejercicio de memoria colectiva, de visibilización y existencia con las que no fueron nombradas explícitamente, pero que se enfrentan día a día a la dificultad de ser visibles, sin embargo, a fuerza de nominar se crea el límite. Las poetas recogidas en esta antología nos plantean las interrogantes de quién entra y sale de una patria que nos han construido y, como vórtices de imagen, cada una a su manera sale de su territorio para mostrar un adentro-patria-cuerpo que localiza en un afuera incardinando su enunciación. Son Peruanas, son mujeres, son poetas escribiendo en su lengua materna, desde sus propias infancias, herencias, maternares; desde sus heridas físicas y continentales, pero aterrizadas en el aquí y el ahora.
Este lugar de enunciación de su discurso abre dispositivos de collage cultural, porque al abrirse logran armonizar lo esencial. Y esta antología pretende ser un grano de arena en el proceso de registro de estas escrituras nómades e incardinadas. Sabemos que no es un trabajo fácil ni veloz, sin embargo, confiamos en las plumas de las mujeres de todo el continente, confiamos en su fuerza y su valentía. Sabemos de la capacidad performativa de la lengua, que va adhiriéndose como el musgo en la piedra, como diría desde Chile nuestra querida Violeta Parra.
(1) Inkarri es parte de la mitología Inca. Refiere a un ser que gobernaba los cuatro suyos: Chinchasuyo al norte, Cuntisuyo al oeste, Collasuyo al sur y Antisuyo al este en relación al Cuzco. Cuenta la leyenda que a la llegada de los españoles, “el Inca de los españoles apresó a Inkarri, su igual, no sabemos dónde. Dicen que sólo la cabeza del Inkarri existe. Desde la cabeza está creciendo hacia adentro” (Ossio, 221). Luego del desmembramiento del Inkarri, sus partes son sepultadas en cada uno de los cuatro suyos. La tradición nos indica que la cabeza, en constante crecimiento, volverá a unir las partes, reivindicando el cuerpo territorial del Tahuantinsuyo. Referenciado de: Huamán López, C. «Tras Las Huellas Del Inkarri». Revista Educación, vol. 18, nº 18, diciembre de 2020, pp. 77-95, doi:10.51440/unsch.revistaeducacion.2020.18.174.
SELECCIÓN DE POEMAS:
Me gustan las aeromozas
Tilsa Otta (Lima, 1982)
Me gustan las aeromozas de Copa Airlines
Cómo me sonríen cuando atravieso el pasillo y dicen
«Bienvenida a bordo»
El rojo increíble de sus labios
Sus trajes azules entallados
Sus anillos de compromiso hermosos con una piedrita súper brillante
Sus uñas también rojas también brillantes
Sus aretes de perlitas blancas
Sus pantimedias negras y zapatos negros
Sus cabellos recogidos perfectamente con colet y ganchitos cruzados
La identificación que cuelga de sus cuellos limpios
Con nombres exóticos como Yomelys Pimentel
Cuando ofrecen audífonos de manera compulsiva
¿Audífonos? ¿Audífonos? ¿Audífonos?
¿Audífonos?
¿Audífonos? ¿Audífonos? ¿Audífonos?
Ese caminar firme por el cielo de miembro de la alianza estrella
Esa turbulencia necesaria
Como Yomelys Pimentel y su sonrisa genuinamente falsa.
Mi Cuerpo
Carolina O. Fernández (Lima, 1956)
Mi cuerpo
es decir mi país
es un campo de batalla
Todo el tiempo ha sido
un campo de batalla
una república oscura
de flores que rehúyen
caudillos de vanidad
entumecida en los lavaderos
profundos de la tierra
Mi campo
mi país gramatical
traición olvido
estupor
tantas veces un poema ignorado
como el yanantin que nivela
los cerros para construir juntos
la madera de un hogar
o para sacar el clavo de mis ojos
Mi casa
mi país
es el qhapac ñan transitado
de noche en media Luna
Como en tiempos no idos
el Sol irradia ceques
hacia las montañas de las urbes
Ofrenda de los ayllus
a las comunidades no sometidas
en la huaca de mi barrio
Pero no tengo casa ni país
sino un agridulce manzano
que resuena en mi oídos.
Pasaje
Ethel Barja (Junín, 1988)
La trayectoria de esa flecha
prolongación de mis brazos
ha cercado la lumbre
donde recojo mis huesos
prendas perdidas en otro cuerpo
la sombra insepulta me guarece
su pulso aguijonea mis sentidos
con ella crezco en esta cuchara
me hago alimento del alba
perpendicular desciendo hacia el estómago
hacia mi techo natural
simulación de ausencia
el tránsito es un misterio nutritivo y rojo
a él me aferro como al primer bocado
y salgo a la calle con la piel roída
con olor a duelo cubierta de ceniza
para atravesar el centro de tu pecho
para hacerlo madurar
hacerlo arco.
Violeta Barrientos (Lima, 1963)
En una playa lejana las sirvientas son puntos blancos, las disfrazan de gaviotas. Solo se acercan a la orilla
cuando atardece y no queda nadie en la arena. Cuando todos se han ido y nadie puede verlas.
Desnudas se bañan entre las olas, nadie pensaría en sus cuerpos cuando siempre van de blanco, unas y otras en un solo cuerpo común. Son lobos marinos asomando cabezas sobre el agua, aleteando hacia un mundo de juegos donde aúllan en revuelo.
Por fin el mar ha desatado la energía suspendida de un mandil.
La fiesta quebrada
Julia Wong (Chepén, 1965)
Vuelvo al mar como a la sábana que me cubre
Cuando ningún pañuelo alcanzaría secar
El húmedo vientre del exceso
Humanas
Hija
Quebramos la fuente que nos da de beber
Irreparables e iguales
Sobre cadáveres de hormigas hacemos una fiesta oscura
Este iba a ser nuestro jardín —profetizamos—
Este iba a convertirse en cuartel para la última batalla
Este mar calmaría el hambre que traíamos
Aún jurando rezar
Preferimos tirar las confesiones al tacho de reciclaje
Tarde precisa
Rasgada ante nuestros párpados siempre impacientes
Intentamos juntar las piezas que el ángel del rencor extirpó
Dormíamos durante su travesía
Dices que te ha herido mi voz / mi delirio / mi verbo caliente
Yo estaba agrietada cuando llegaste
De mis fisuras salieron tripas y tus suspiros de plata púrpura
Harta de inflar globos / llenar de confeti el útero enorme
Que cuelga en el techo
Lamentos parecen levitar entre piñatas incendiadas
El organillo lejano atestigua: no es fácil abandonar México
Sus balazos se estrellan como flores negras sobre un corcel
Esa enorme celebración te persigue
Ahora tus zapatos están rotos de hamaquearse
El pantalón sigue en la vereda llena de monedas robadas
Todo eso promete que el jolgorio continúe
Dormito sobre vasos de plástico
Acumulados en el pecho de una vieja paloma
[Alí tiene los brazos enormes]
Roxana Crisólogo (Lima, 1966)
Mire mis brazos Miss
gracias a estos dos rollos de buena carne
atravesé el Mediterráneo
es mejor que pagar por morir ahogado al lado de mujeres
que no pueden persuadir al mar
mueren estranguladas por sus propias túnicas
con ellas se llevan las joyas de la familia y a un bebé en brazos
palpé las entradas de cada uno de mis dedos
callosidades cicatrices
estos brazos Miss son todo lo que soy
por eso me animé a echarme al mar
Jamás verá manos como éstas
si quiere sáqueles una foto
cómpreme uno de estos recuerdos para adornar su casa
madera del África Miss
como estas manos que buscan su lugar
una ayuda para seguir viajando
no le cobro por contarle mi historia
cómo me colgué del bote en movimiento
ese fue el trato
salta cuando escuches los motores
no encontrarás a nadie que haga esto por ti
Lo que usted ve ahora
no es el mar que sujeté con todas mis fuerzas
mientras pensaba
en los bultos que podría llevar de un lado a otro
en menos de la mitad del tiempo y de mi vida
en las columnas ordenadas de maletas en los aeropuertos
en los altos contenedores cargados de canastas y chocolate
de Comercio Justo que llegan del África
como nosotros
que también llegamos por mar
Nadie sabe cómo es volar en la furiosa espuma de las olas
ni cómo resistirse a la indiferencia de dios
el mar no es el enemigo
el mar es amistoso mírelo ahora
es el mismo que me quería echar del bote
hoy luce apacible y sincero
se puede bucear y ver hasta muy al fondo
yo la puedo ver a través de él
Vuelta a juntar malezas volverte sal mientras recuerdas
Virginia Benavides (Lima, 1976)
Una nube de azul que pasa y te adormece contra los miedos
pájaro de ceniza acercándose a la noche que anhela
como un ocaso tardío que se mira desde un barco a la deriva
hubiera deseado no recordar nada
solo unos ojos que no miraban sino a sí mismos y se hacían extensos
como una carretera en que se anda perdida una madrugada
cuando no oyes sino la respiración del silencio en tu frío
y los faros de otros autos que te alumbran y aceleran
creyéndote un animal huyendo o muerto
o algo imposible de ser salvado
y te encuentro agazapado entre los árboles intenso
dices que eres el guardabosque, el cazador, el elfo, el truhán
te fragmentas mientras deliro en mi futuro sin ti
aun sin conocerte en mi presente
falsifico mis imágenes y me incendio con ellas
mientras vuelo a otra jaula a otro cielo
a lo que salga la soledad sin ti
Teresa Orbegoso (Lima, 1976)
*
¡Oh, inocente Resígaro! ¿Quién soy yo? Soy acaso la sombra de Caral que ha venido a abrazarte. O quizá sea la fría alma de Arana que ha venido a pedirte perdón desde el Putumayo. Sé que mis manos son de polvo y mi vientre está seco como los huesos de mis antepasados. Sé que hubo un cronista que nos mintió sobre nosotros. Sé que criollos, sacerdotes, virreyes y presidentes orinaron sobre lo que fuimos. Sé que una llamada República nos consumió hasta el punto del olvido. Pero ahora estoy aquí atravesada por todas mis generaciones conquistadas y conquistadoras; esclavas, serviles y libres; heroicas y sabias; ancladas a la tierra, el mar y el fuego junto a todas sus sangres. Estoy aquí para recordar la patria invisible de la infancia. Estoy aquí para saber finalmente quiénes somos. ¿Qué ha quedado de nosotros en medio de toda la niebla de Lima? No saber cómo te llamas, ni lo que fuiste, ni lo que hiciste. Andar perdido como un cuerpo que sólo sabe surgir y que nada aprende. Han sido los ecos de la ruina mi despertar. Sea mi destino coser los pedazos descoloridos de nuestra bandera. Darle materia y forma. No desaparecer.
EMILY
Victoria Guerrero (Lima, 1971)
Emily, ¿qué es la belleza?
¿Vivir en el exilio de New Hamspshire?
¿En una casona donde el fuego aún sigue caliente?
Lo digo desde este país sudaca
Al mundo no le interesa cuántas mujeres escriban
Pero quizá si tú hablas
Si Sylvia habla
Yo las leo desde aquí
¿Cuándo leerás a Magda, a Clorinda, a Blanca, a Carmen
a Alejandra, a Sor Juana?
¿Cuándo dejaremos de ser las exiliadas
las colonizadas
las que hablan una lengua de pobreza?
¿Cómo vivir mirándose en la poesía
O en los vaporosos vestidos bordados de hermosos detalles?
La señora que cocina en casa
dice que su madre solía cantar canciones en quechua
Poemas que ni tú ni yo
conoceremos
¿Puede haber belleza en la pobreza?
¿En la injusticia?
¿En el secuestro de una lengua?
¿Qué lugar ocupamos arropadas con uniformes
de escuela
Leyendo y estudiando cada día?
Incluso si arañamos la luz del conocimiento
Sobre nosotras pesan sombras y entredichos
Un día
Sí
Ese día
Quizá
Emily
Pueda casarme
conmigo misma
Mirarme en el espejo abrasador que
me refleja
Saber que esa imagen
Ya no eres solo tú
Sino nosotras.
Ficha técnica:
Autoras antologadas: Tilsa Otta, Carolina O. Fernández, Ethel Barja, Violeta Barrientos, Julia Wong, Roxana Crisólogo, Virginia Benavides, Teresa Orbegoso, Victoria Guerrero.
Compilación: Karo Castro y Camila Albertazzo
Edición: Christian Aedo Jorquera
Collage de portada: Karo Castro
Editorial: Cormorán Ediciones
Páginas: 197 pág.
Publicación: Febrero, 2023
Camila Fernanda Albertazzo Pizarro
(La serena, Chile, 1987) Es profesora de Castellano y profesora de Filosofía; Magíster en literatura latinoamericana y pasante de tesis en UCL, Bélgica. Ha escrito el poemario Pájaralengua (2022), ha sido antologadora de Incardinadas, cartografía poética de mujeres del Perú (Cormorán, 2023) y una de las traductoras de la antología Poesía Viva 2 (Pez espiral, 2024). Actualmente se desempeña como académica en la Universidad de La Serena.